Mucha tinta y espacio en servidores se ha gastado en las últimas 72 horas sobre el bochinche del secuestro de Cervecería del Barú a Fepafut.
Que si la federación es víctima y CB es un bully transnacional, que si los de Fepafut se alagartaron y CB está reclamando lo que justamente le corresponde, que si el futbol panameño sufre, bla, bla, bla.
Por experiencia me consta que estos acuerdos de patrocinio, que no son nada baratos, son muy claros en su redacción (si está más a conveniencia de una parte que de otra, ya esos son otros 500 pesos).
Hemos visto muchos opinar, desde esa gente ociosa que llama a programas de radio, tuiteros, opinadores profesionales y uno que otro abogado, pero aun no he visto a nadie que con propiedad pueda decir «yo he manejado este tipo de contrato y esto es así» (y el que puede, no debe hacerlo).
Con todo lo que ha salido a relucir, no hay duda de que en efecto, Fepafut incumplió el contrato con CB, no solo al darlo por terminado de forma unilaterlar, es decir, que no fue mutuo acuerdo, sino que lo hizo al buscarse como patrocinador a una empresa que es competencia directa de CB. No me consta que esto último sea parte del contrato, pero it’s just not nice. Lo que está en discusión es si es justo o no el hecho de que CB esté secuestrando las cuentas bancarias de Fepafut y que esto resulte en la cancelación de entrenamientos de la sele ya que, al estar las cuentas secuestradas, no hay como pagar.
Estos contratos son muy sencillos en el sentido de que una de las partes da plata, en este caso CB, y la otra, en este caso Fepafut, se compromete a una serie de cosas que usulmente incluyen, pero no se limitan a llevar la marca en el uniforme, permitir al patrocinador hacer mención del patrocinio en su publicidad, e incluso utilizar la imagen de los jugadores en anuncios y que uno, o varios o todos de estos hagan presencia en eventos del patrocinador.
Ahora, si Fepafut, al firmar el contrato se metió en camisa de once varas al aceptar a CB o al patrocinador que fuera como «único y exclusivo», esta debió preveer cuánto dinero necesitaba recibir de dicho patrocinio para la operación eficiente de la sele.
¿Y si luego de firmado el contrato, los gastos suben? Entonces era responsabilidad de los representantes de la organización sentarse con el patrocinador, exponerles la situación con pelos y señales y, de ser posible, renegociar dicho contrato. Después de todo, para eso existen las adendas.
De haberse dado esto, el patrocinador tendría la opción de decir «sí, renegociemos y hagamos una adenda» o «no, no podemos aumentar el apoyo».
En caso de una negativa por parte del patrocinador, también veo posibles opciones: a. que se renegociara permitir a la federación conseguir patrocinio adicional (lo que implicaría cambios en el contrato), b. recindir del contrato por mutuo acuerdo y que Fepafut buscase uno o varios patrocinadores que permitiesen sufragar los gastos del equipo.
Aparentemente, nada de esto ocurrió, y hoy nos vemos en este debate.
Según los datos que circulan, el contrato es de $480 k, pero el secuestro es por $6 ó 7 millones (dependiendo cuál sea tu fuente informativa), y según el Panamá América, la gente de Fepafut sí se sentó a hablar con la gente de CB y estaban claros en cuáles serían las consecuencias legales de su proceder.
Habría que ver también cuáles son los beneficios que otorga el contrato a CB y qué ellos pueden alegar como «lucro cesante».
Como alguien que trabaja en comunicación, me consta que el gasto publicitario que habría hecho CB respecto al equipo es muy alto, además de toda la venta de cerveza asociada, además del posicionamiento, goodwill y reputación hacia la marca.
Si algo queda claro en mi percepción, es que la reputación de ambas organizaciones está quedando por el suelo: uno por supuesto bully, aunque solo esté haciendo valer su derecho como sujeto de derecho civil, y el otro, por querer pasarse de vivo.
Ni CB ni Fepafut son inocentes palomitas. Ambos saben bien lo que firmaron.
¿Y Cervecería Nacional? Bien gracias, y usted.
Al final, el único nombre que queda embarrado es Panamá y mientras tanto, mi hijo embarra el sofá de huevo.