Hace más de 40 años que Neil Armstrong pisó la luna por primera vez, sin embargo, aun vivimos a oscuras sobre uno de los hechos más elementales para nuestra existencia: cómo nos reproducimos.

El acceso a información fiable sobre salud sexual y reproductiva es una materia reprobada y ahora, luego de décadas de atraso en el tema y estadísticas de terror, el diputado Crispiano Adames presenta ante la Asamblea Nacional el proyecto de ley 61 “Por la cual se Adoptan Políticas Públicas de Educación Integral, Atención y Promoción de la Salud”.

La realidad en Panamá es que el Ministerio de Educación reporta más de 4,000 menores embarazadas dentro del sistema educativo, mientras que el censo de 2010 de la Contraloría General de la República informa 28,898 niños nacidos de 8,605 madres entre los 12 a 19 años, de las cuales el 38.2% tenía hasta nueve hijos a su haber.

Aun con estos datos, se han proliferado interpretaciones mal informadas, que por el bien de nuestra niñez y juventud necesitamos eliminar con urgencia.

Para empezar, es necesario tener claro que todos somos seres sexuales desde que nacemos. Desde bebés descubrimos nuestro cuerpo tocando nuestras partes íntimas sin que esto signifique que creceremos para ser pervertidos, y el psicólogo Abraham Maslow coloca al sexo y otras funciones fisiológicas en la base de su pirámide de jerarquía de las necesidades humanas (y la intimidad sexual en el tercer escalón). Después de todo, las relaciones sexuales son vitales para la supervivencia de la especie y este entendimiento impone responsabilidad.

Toca también distinguir entre qué es educación sexual y lo que la gente cree que es.

La educación sexual jamás es darle un condón a un adolescente y decirle «no metas la pata». Una educación sexual científica significa saber cómo funciona tu cuerpo y que la visita al ginecólogo debe ser parte de tu rutina de salud aunque aun no seas sexualmente activa, entre muchísimas otras cosas que impactan nuestra salud física, emocional y espiritual.

El ser humano valora lo que conoce. Así mismo, el conocimiento de tu cuerpo te lleva a cuidarlo y respetarlo. Esta apreciación implica saber que no le debes sexo a nadie, que nadie te debe tocar si tú no quieres y si alguien tan siquiera lo intenta, debes reportarlo. Por eso último la educación sexual es tan importante para niños y niñas, y mientras más temprano, mejor.

Así como he leído el proyecto de ley, he leído también argumentos de grupos conservadores donde dicen desde que esta propuesta atenta contra la patria potestad, legalizará el aborto en nuestro país y otorgará libertades a los menores de edad, ya que habla de derechos sexuales y reproductivos de la persona sin distingo de edad. Estos comentarios demuestran amplio desconocimiento de nuestras leyes vigentes y normas de derecho. Por ejemplo, en los artículos 141 al 144 de nuestro Código Penal se establecen penas a la mujer que se practique un aborto voluntariamente y a quien se lo provoque con o sin su consentimiento excepto en casos de violación o riesgo para la vida de la madre. En caso de violación, esta debe “ser debidamente acreditada en instrucción sumarial”, es decir que debe existir una denuncia previa y comprobada. Ya sea producto de violación o por preservar la vida de la madre, el aborto debe ser practicado durante los dos primeros meses de gestación en un hospital estatal y el médico está en derecho de negarse a realizarlo en base a creencias religiosas. El permitir el aborto en Panamá implicaría modificar el Código Penal y eso no es tan fácil como lo quieren hacer ver. Así mismo, la Convención sobre los Derechos del Niño visualiza a los niños como sujetos de derecho basado en cuatro principios: no discriminación, interés superior del niño, derecho a la vida, supervivencia y al desarrollo, y su derecho a ser consultados sobre situaciones que les afecten. Por consiguiente, estamos obligados a defender sus derechos, entre ellos disfrutar de su niñez sin ser víctima de abuso o sin ser madre antes de contar con la madurez física, emocional y económica para afrontar esta responsabilidad.

Los sistemas educativos y de salud pública tienen una enorme tarea por delante, en especial con tantos jóvenes en situación de riesgo social para quienes este tipo de programas representan una oportunidad de tener de su lado una voz contraria a lo que ven en su entorno. Omitir este tipo de información en las escuelas es condenar a más jóvenes a ser propensos al abuso sexual, a enfermedades y embarazos no deseados, perpetuando el ciclo de pobreza y ampliando la brecha entre el que tiene
y el que no.