Hace casi un mes mi querido Tomás me comentó sobre un encuentro de parejas al cual le había invitado una amiga.
No le paré mucha bola hasta que Tomás me envió un correo notificándome que nos había inscrito al encuentro, llamado «Unidos por Siempre».
No me gustó mucho que hubiera tomado una desición así sin haberme consultado, en especial tratándose de una actividad de viernes para domingo y para la cual debíamos estar en Colón puntualitos a las 6 de la tarde.
Rauda y veloz llamé a mi mamá para preguntarle si se podía quedar con Nipi ese fin de semana.
Luego de encargarme de tan importante diligencia, procedí a leer con calma el mensaje que había escrito la amiga de Tomás que nos invitaba a esta actividad. Soy bastante necia con eso de la escogencia de términos y me llamó la atención que dijera «su relación será reconstruida». Lo primero que pasó por mi cabeza fue quien ostias le habría dicho a esta mujer que nuestra relación necesita ser reconstruida, ni que fuera que estuviera en ruinas.
Me molestó un poco, pero lo dejé pasar y solo por joder escribí «soltero» en la casilla de estado civil del formulario de inscripción.
Pasaron un par de semanas en las que estuvimos entrando y saliendo del hospital con Daniel, y Tomás me dice que tal vez no sea buena idea irnos un fin de semana con el poroto aun convaleciente.
«Tranquilo, amor», le dije. «No es hasta el fin de semana de más arriba».
Me habían agarrado en mis dos segundos de awebazón, cuando bien hubiese podido zafarme de ir a la actividad.
Creo que es prudente aclarar que no soy una persona gregaria y la sola idea de actividades como convivios, retiros, días familiares y talleres de integración, en los que te fuerzan a trabajar en equipo, me causan ansiedad y a todo esto Tomás no había considerado todo lo que habría que preparar, tanto para nosotros como para Daniel, siendo este un viaje que implicaría pasar dos noches fuera de casa.
Llegó el viernes y dejé todo listo desde temprano para evitar contratiempos en la tarde, pero Tomás y yo nos complicamos en la oficina, así que no llegamos a casa hasta pasadas las 7 p.m., y ninguno de los dos había comido todavía.
Finalmente arrancamos a eso de las 9 p.m., no sin antes hacer una parada en casa de los padres de la amiga de Tomás a recoger medias para el papá, quien era uno de los organizadores del evento. Su esposa fue quien le hizo las maletas y se le pasó empacarlas… Que Tomás no haga sus maletas él mismo pa que vea.
Dejamos a Daniel con mi mamá y empezamos nuestro camino.
Luego de 40 minutos en la autopista oscura y con neblina, un tongo que nos detiene por una supuesta infraccion, haber esquivado una mula atravesada y perdernos en Colón City, llegamos al hotel.
Una vez en el counter, nos encuentra una pareja que nos acompañaría a nuestra habitación.
Me llamaron la atención los corazones enormes con los nombres de las parejas en las puertas de los cuartos… Como si no fuera suficiente que se supiera que había un convivio de parejas en el hotel, sino que había que anunciar también exactamente dónde me estaba quedando.
Ya en la habitación, la pareja que nos acompañó entró con nosotros, lo que fue un poco incómodo, en especial porque ya era bastante tarde y queríamos descansar.
Es que tenían que explicarnos las reglas…
No. 1: en la mañana sonarían dos campanas: una para despertarse y otra para bajar.
(Ajá, ¿por qué no llaman a los teléfonos del cuarto y listo?)
No. 2: deben entregarnos celulares, berrys, tablets, beepers y cualquier eléctrónico que tuviéramos, inclusive relojes.
Tomás les explicó que no podíamos entregar nuestros celulares así como así, que trabaja sábado y debía estar disponible, al menos en la mañana, para supervisar aunque fuera por teléfono unos trabajos que habían quedado andando para uno de sus mayores clientes, y que yo tampoco entregaría el mío por mi trabajo y, lo más importante, habíamos dejado a nuestro niño en casa y tener comunicación nos brindaba tranquilidad.
Quedamos que no entregaríamos nuestros equipos, pero no lo llevaríamos a las actividades, lo que nos pareció muy razonable y se fueron sin alboroto.
Era una habitación muy bonita, y los organizadores se habían encargado de dejar pétalos de rosa en la cama y en la bañera, instalar un desodorante ambiental de esos eléctricos y (drumroll, please) cerrar con cadena y candado el mueble de la tele. Esto último me pareció un tanto ridículo, pero igual me reía. A Tomás, sin embargo, no le gustó para nada.
Ya nos disponíamos a cambiarnos cuando nos tocaron la puerta. Era el papá de la amiga de Tomás, quien había llegado con su esposa a exigir que acatáramos las reglas y entregáramos los celulares.
Se para en la puerta. Me mira. Vuelve a mirar a Tomás y le dice «contigo yo puedo hablar», como que si fuera que yo estuviera pintada en la pared, o que fuera un ser inferior, cuál de las dos peor.
Tomás le explica con toda la ecuanimidad posible el porqué de nuestro proceder y que esto era un asunto de pareja, que lo conversaríamos y le informaríamos nuestra desición. El señor me mira como esperando que yo, aquel ser inferior con quien el no tenía nada de qué hablar, accediera. Solo lo miré y le dije en un tono firme «lo vamos a hablar».
El señor nos indicó que el se retiraba, no sin antes informarnos que nos dejaba una guachimana en la puerta, para que le entregáramos nuestras pertenencias, claro, asumiendo que así lo haríamos.
Ahora la pregunta era si nos quedábamos o poníamos pies en polvorosa.
No habían pasado ni 10 minutos cuando nuevamente nos tocan la puerta. Eran tres personas más, quienes al igual que la pareja que nos guió a la habitación, entraron sin la delicadeza de pedir permiso.
Entre Tomás y yo tratamos de explicar, ya por tercera vez esa noche, toda la logística que habíamos implementado para poder estar ahí, que entedíamos que las habitaciones habían sido preparadas con mucho cariño, sin embargo habían cosas que nos parecían inapropiadas y que incluso, nos causaban disonancia por nuestros propios carácteres y dinámica como pareja.
Las dos mujeres empiezan a decirnos su experiencia y nos exhortan a quedarnos. «Ustedes necesitan esta experiencia», nos decían.
Nos contaron que ellas pensaban que no necesitaban esto. «Yo descargaba mi estrés en mi pareja y mis hijos», decía una. «Yo era una amargada», nos comentaba la otra. Y por supuesto, la actividad en la que estábamos las había ayudado.
Nos parecía muy bien todo lo que estas mujeres nos contaban, pero ese no era nuestro caso.
Si bien nuestra relación no es perfecta (ni queremos que lo sea), llevamos nuestra pequeña familia con amor y pensábamos que este taller nos brindaría herramientas concretas para mejorar como padres y como pareja.
La reacción que recibimos de vuelta fue como si Tomás y yo estuviéramos en un estado de negación y nuestra realidad fuera una de gritos, abuso y al borde del divorcio.
En eso entra una nicaragüense a quien también debimos explicarle todo el rechinchal, lo que ya se estaba volviendo frustrante.
Su comportamiento con nosotros fue casi tan agresivo como el del papá de quien nos invitó.
La nica inclusive nos salió con eso de «¿ustedes creen en Dios?» y se puso a levantar las manos. «En el nombre de Jesús ato toda cosa maligna que impida que esta pareja se quede, bla, bla, bla»
Tenemos un hijo sano, inteligente y hermoso que es razón suficiente para estar convencida que Dios nos ama y cuanto más tiempo me quedaba, más me dolía haberlo dejado en casa por venir a escuhar semejantes sandeces.
A este punto Tomás ya estaba bastante irritado y decidimos que lo mejor era irnos a la brevedad posible. De nada valieron sus advertencias de carreteras oscuras… Claro, no han visto las lamparotas de nuestro pickup.
Dejamos que se fueran y acordamos ya irnos definitivamente, pero antes había que hacer pis (ni de eso nos habían dado chance). Ahí fue cuando vi el cable que colgaba: habían retirado los teléfonos de la habitación.
Agarramos nuestras mochilas y salimos rapidito para que no nos vieran. Entregamos las llaves en el counter y nos atajó una de las parejas que nos había «atendido» hacía un rato.
«Lástima que se vayan. ¿Tienen las llaves de su carro?», nos preguntaron.
«Sí, las tenemos. Chao.»
Continuamos caminando hacia el carro y le pregunto a Tomás, «¿por que pensarían que no tendríamos las llaves de nuestro carro?»
«¡También te quitan!» Aceleramos el paso y arrancamos de vuelta a casa.
Llegamos a Panamá a eso de la 1 a.m., cansados, pero tranquilos de habernos dado cuenta de que enfrentamos esta situación juntos, unidos como pareja.
A la mañana siguiente hablamos con nuestros compadres, quienes son terapistas de familia, y al igual que Tomás, pertenecen al mismo movimiento que la gente que había organizado este retiro/taller. Les contamos con pelos y señales lo ocurrido la noche anterior y cómo nos sentimos durante este episodio.
Desde su perspectiva, nos explicaron que para los organizadores del evento fue más importante mantener las reglas del juego que hacernos sentir bienvenidos y que es muy peligroso que gente sin preparación profesional se tome atribuciones de organizar eventos para parejas, pero cuya metodología va en detrimento de las mismas. El habernos ido fue lo mejor que pudimos haber hecho.
Al final esta experiencia resultó ser una prueba para nosotros como pareja. Nos mantuvimos firmes, uno apoyado del otro.
Si ese era el propósito, excelente. Logramos nuestro cometido.
Sí, nos regresaron la plata y tal vez compremos ese schauzer que nos hace ojitos para que juegue con Daniel.
En verdad, valía la pena, te hubieras quedado.
Más nada que decir…
Gracias, pero no. Una lobotomía suena más agradable 😉
Susana,
ME FASCINÓ este artículo. Te felicito por la forma tan elegantemente escueta en que escribes, eres buenísima con la pluma…! Me mantuviste pegada a la pantalla leyendo tu escrito hasta la última línea y me reía a carcajadas por tu estilo tan «desboca’o» con clase!!! EXCELENTE!
Tiene muchísimo fondo lo que dices porque el centro de todo es SERVIR. Mientras leía tu escrito me sentí como si fuese parte de las sectas tipo David Koresh o la de Jim Jones en Guyana…! PLOP!!! Ayala peste!!! Me moría de la risa pero a la vez sentía la angustia de ustedes dos, la frustración tuya tras haber dejado a tu hijo en la ciudad y especialmente, la molestia por haber pasado tanta peripecia pa’ llegar al sitio y pasar por esta situación tan desagradable…! QUÉ FALLO!
Te felicito por compartir esta experiencia y por plasmarla con tintes hilarantes, me encantó el final!
Berta «Tita» Tuñón Centella
P.D. te invito a que leas mi blog también http://www.bertatunoncentella.wordpress.com
Hola Susana y a todos los lectores del blog!
Todavía me espanta la idea de lo anti-terapéutico de todo el asunto. Como decía en mi blog, no había manera de que eso levantará vuelo, a pesar de que pudiera haber buena información.
Solo aclarando, soy graduando de Psicología Clínica en Niños y Adolescentes (diagnóstico y terapia), y he tomado talleres de manejo terapéutico de grupos dictados por una persona que es una «institución» en el tema.
Muchos Saludos y a la orden en lo que necesiten! Excelente el post
Hola! leí tu post del TC de Freddie y quería comentarte mi experiencia al menos con esto de los retiros, he tenido la oportunidad de ir a un par, pero son en lugares apartados no en hoteles ni esperando pasar el ridículo, ya de ahí es ganancia. Otra cosa, uno debe saber a que clase de situación se va a enfrentar, muchas personas asisten a esta clase de retiros «los de parejas» buscando la salvación, porque quizá su marido las esta quemando y se busca eliminar las las distracciones en medio de los grupos de oración y de las actividades varias, quiero decir, no se necesitan distracciones que pueden ser evitables, me explico? creo que esta es una clase de evento al que uno va cuando necesita pasar un tiempo CON DIOS Y CON OTRO GRUPO DE PAREJAS para escuchar vivencias, ver como salieron de problemas que todas las parejas pasan, no es un retiro en el Decameron. Al punto que quiero llegar es que, creo que en tu caso no era necesario, tu familia parece ser completa sin rasgos de disfuncionalidad ni tener problemas de comunicación, la mejor decisión fue retirarte a tiempo y no pasar un mal rato.
Hola María Fernanda,
Gracias por tu comentario.
Esto en un principio nos los presentaron como un seminario y nos dijeron explícitamente que no era un retiro.
He ido al campamento como el que tiene el IPA en Santa Clara y Casa Tiberiades, en Colón, que son lugares hechos especialmente para retiros y uno sabe a lo que va. Fue justo por esto que la cadena y candado que pusieron al mueble de la tele nos dejó fuera de base y nos pareció un tanto extremo que se tomaran el trabajo de hacer eso en un hotel (esto fue en el Meliá). Recordemos que nos dijeron que NO era un retiro.
Entendemos lo de eliminar distracciones, pero eso es muy diferente a eliminar mi único modo de saber de mi hijo en esos dos días que estaríamos fuera, y aun así, no supieron respetar ni quisieron llegar a un punto medio, como la pareja que nos recibió.
Afortunadamente, ya pasó.
¡Saludos!
Pero por que pagaron por algo sin saber los detalles ? Ojala el Schnauzer no les salga mezclado con tinaker!
Hola Diego,
La persona que nos había invitado a esto es (o era) alguien de confianza, y nos lo presentó como un seminario, pero nos metieron borriguero por iguana.
Sobre el schnauzer, creo que nuestro bebé aun es muy brusco para el pobre perrito. Cuidado que en el futuro terminamos adoptando un criollo XD